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El otoño

  • Francisco Lopez Fudalej
  • 20 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

Cada cosa, cada suceso, cada hecho y cada momento tiene su significado. Hay situaciones que nos quieren decir algo, como esa hoja que cayó del árbol..

El amor se desgastó, se apagó la llama que durante mucho tiempo intentamos mantener encendida. Esa llama que paso por todos los estados. Esa llama que muchas veces estuvo a punto de apagarse pero pusimos una leña más a último momento, y la misma llama que muchas veces estuvo ardiente, enorme y que representó la mejor etapa de nuestra relación.

Esta vez no llegamos a tiempo a tirar esa última leña que potenciaba ese fuego, y se apagó. Yo me confié de que ella iba a buscar esa leña entre todo el bosque, a talarla y a tirarla al sumiso fuego que quedaba. Que me iba a decir: Tranquilo amor, todo va a estar bien. Y ella pensó lo mismo…

No se trata de encontrar culpables, porque ambos tenemos el mismo grado de responsabilidad. Se llegó nuevamente al punto de tirar esa última leña salvadora siendo que podríamos haberlo mantenido mas regularmente. Pero lamentablemente las personas funcionamos así, a tal punto de estar por perder algo para valorarlo.

Si se apagó fue por algo, y quizás ya no teníamos las mismas intenciones de mantener un fuego en común. Ahora cada uno tendrá sus cenizas, y cada uno hará lo que sienta, lo que quiera o lo que pueda.

Las cosas que creemos ajenas o externas nos quieren decir algo, como la primera hoja que acaba de caer del árbol mas grande. Y hasta lo mas inmenso del bosque puede perder algo.

Termina el verano y comienza el otoño. El fin de algo y el comienzo de otra cosa.

Quizás el inmenso árbol se sienta triste, pero empieza a ver que sus árboles vecinos también van perdiendo sus hojas, y que forman en escenario agradable en el verde césped. Lo que creía malo, dejó de serlo…

Y acá estoy, observando los mensajes que me envía la naturaleza, revolviendo mis cenizas para ver si todavía queda algo, pero es en vano. Hay que empezar de cero, rehacer mi vida, priorizar mi felicidad, volver a soñar por mi cuenta. Las cenizas se volaron, ya no queda nada.

Luego al otro día deberá salir el sol, el pasto, las plantas y los árboles se van a ir secando. Yo voy a poder juntar ramitas secas y colocarlas una por una, mientras mi propio fuego se irá encendiendo nuevamente. Y quizás alguien quiera algún día tirar sus ramitas en las mías y encender nuevamente el fuego del amor.

Por ahí recuerdo aquella hoja que cayó del árbol, aquella sensación de que el fuego se apague. Pero cada relación es distinta, quiero alimentarlo día a día y que funcione.

Me siento lleno, porque el fuego me da brillo, los pájaros vuelven a cantar con alegría y los árboles comenzará

n a llenarse de bellos y diversos colores. El otoño llegará a su fin en tres meses, para darle lugar a la primavera.

Y el fuego jamás se apagará…

 
 
 

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