El mar, ellas y yo
- Francisco Lopez Fudalej
- 28 dic 2016
- 3 Min. de lectura

La última vez que lo vi, le dije que regresaría convertido en hombre. Ya falta poco, aquella ultima vez me regaló un amanecer Increíble. Hizo que finalice un amor de verano de la mejor manera. Solo la arena nos separaba. De un lado el imponente mar, al medio la arena que tenía marcadas las huellas de ella y las mías, hacia la misma dirección. Nos amamos por un rato y luego tomamos rumbos distintos. El mar, que me regaló tantos amaneceres como el insomnio. Podría escribir libros sobre él, sobre sus olas y sobre aquel horizonte infinito. Pero el mar es fugaz, no es el mismo cada día y borra las huellas en la arena a diario. Falta poco para volvernos a ver, pero ya no estarán aquellas marcas de aquel amanecer. Le prometí que volvería, volveré a amar sobre sus costas y volveré a olvidar al día siguiente. Los amores de verano, algo tan hermoso y tan pasajero, que ha roto mas corazones que las altas pretensiones. A esos amores se los lleva el viento, se le borran sus huellas y mueren en el olvido. Volver a los lugares donde uno fue feliz no es fácil. Lugares que tienen recuerdos aferrados a su suelo y la ilusión de volver a encontrar lo mismo. Malditas ilusiones que nos matan por dentro. Aquel muelle donde hicimos el amor, hoy es un monumento a la madera podrida. Aquellos médanos que si hablaran todavía estarían contando todo lo que vieron, hoy ya no existen. Hay un hotel con pileta. Aquella plaza de pueblo llena de inmensos arboles, hoy ya no ríe. Se hamaca a la desgracia de los vagabundos y cae por el tobogán de la infelicidad. Todos los años dibujo la mitad de un corazón en la arena y busco durante todo el verano alguien que lo complete. Mi doctorado en buscar plenitud en las casualidades de todos los días, las mismas casualidades que son llevadas a lo mas profundo del mar cada noche. Siempre amanezco por el sonido de las gaviotas que merodean la zona de los pescadores, hombres apasionados que tienen mas lunas que la noche. Viven de los amaneceres sin necesidad de que nadie complete sus corazones en la arena, simplemente están ahí esperando que la corriente lleve a sus anzuelos el pez mas grande de la inmensidad de los mares. Le prometí que volvería hecho un hombre y es cierto. Vuelvo con cicatrices abiertas que espero que las sales puedan curar. Vuelvo con victorias y fracasos, con seguridades y con miedos. Pero hay algo inevitable, seguramente dibujaré la mitad de un corazón en la arena como siempre. Esperaré que alguien lo complete y al final del verano lo romperé en mil pedazos. Luego sufriré el karma durante el año y esperaré al verano siguiente para hacer lo mismo. El mar limpia todo, se lleva hasta las miradas mas sinceras a lo más profundo de su existencia. Si algún día podría ir a ese lugar, estaría lleno de mis corazones dibujados, de mis "te amo" mentirosos y de la infinita cantidad de veces que dije que los amores en serio son invencibles. Aquellos amores que se veían derrotados al finalizar el verano por dos personas con rumbos distintos, en ciudades distintas que volverían a ser consumidas por el tiempo y el estrés. Volveré a sus costas, volveré a hacer promesas absurdas y volveré a sufrir las consecuencias. Le prometí que volvería hecho un hombre, algo tan idiota como esos amores que eran "para siempre". Mientras tanto, el mar vive enamorando y prometiendo eternidad que destruye con oleadas de realidad. Al fin y al cabo no somos tan distintos, cambia todo, menos nosotros...
Comments