Nuestras espaldas
- Francisco Lopez Fudalej
- 31 ene 2017
- 2 Min. de lectura

Dormís a mi lado y te siento a kilómetros. Te molesta mi respiración, mis movimientos, el roce y mis pies. Parece ayer cuando entrelazábamos las piernas y éramos uno solo entre las sábanas. Cuando ninguno de los dos se dormía llorando y las únicas gotas eran las de sudor cuando hacíamos el amor. Nos cuesta compartir la cama y nuestras vidas. Hace un tiempo atrás esperaba ese momento de la noche donde nos uníamos para amarnos, para charlar, para amar. Tu mejor almohada era mi pecho, y te dormías ahí acariciándome en círculos. La vida pasa y las cosas mas hermosas terminan siendo las que mas nos hacen sufrir. Amaba ese momento y hoy no lo soporto. Amaba el roce y hoy no soporto el contacto. Amaba tus ojos y hoy te veo dormir de espalda. Sé que sentís lo mismo. El beso de las buenas noches se extinguió y hoy lo único que siento es el sonido que haces al apagar tu velador. Las noches son todas frías aún en verano, tengo mas relación con el control remoto que con tu cintura. Se que no te importa, vos reemplazaste mis abrazos por la literatura. Te la pasas leyendo libros, buscando el amor que te hace falta, poniéndote en la piel de los personajes ficticios y viviendo sus aventuras. No te culpo, nuestra cama esta en la Antártida. Quizás en el fondo, estemos buscando argumentos para tratar de justificar el hecho de seguir compartiendo la cama. Me cuesta encontrarlos, me cuesta entender que me siento un vagabundo durmiendo en el banco de la plaza. Finalmente comprendí que ciertas cosas no se entienden ni se explican. No hay lógica, simplemente murió el amor. No hay ese tal final feliz, no hay tal reconciliación. Esto es un final real donde nadie come perdices. No mas explicaciones, no duermas donde no hay amor.
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